Medicina Familiar

SEPARACIÓN CONYUGAL: ¿CÓMO LO VIVEN LOS NIÑOS?

Autor: Dra. Francisca Figueroa L. Residente Medicina Familiar PUCEditor: Dra. Pamela Rojas G. Médico Familiar PUC

 
INTRODUCCION
En EEUU el 48% de los matrimonios terminan en el divorcio; lo que significa que anualmente 1.500.000  niños viven este doloroso proceso, y que como consecuencia del divorcio cerca de un 25% de los menores de 18 años vive en un hogar uniparental (1, 2). 
En Chile, según el Censo 2002, el 8.4% de los mayores de 15 años se clasifica como “separado” o “anulado” (3). Los datos del Ministerio Nacional de Planificación (MIDEPLAN) del año 2005 refuerzan estos hallazgos; mostrando que en los hogares chilenos con niños el porcentaje de jefes de hogar casados disminuyó cerca de un 10% entre el período 1990-2003; aumentando en un 2,6% el porcentaje de hogares con jefes de hogar separados (4). Con la promulgación de la Ley de Divorcio en Chile, en noviembre del 2004, los números se han disparado (5, 6).
En este artículo nos referiremos a la separación como el momento en el cual los cónyuges deciden poner fin a sus vidas en pareja (separación “de hecho”). El término “divorcio” será reservado para el proceso legal que pone fin a la unión del matrimonio, y que generalmente ocurre meses o años después de la separación de hecho.
 
LA SEPARACION COMO CRISIS        
La separación de los padres es una crisis no normativa de la familia, que implica una pérdida y un duelo. Implica un cambio en la estructura familiar (de una familia biparental a una uniparental) y en su dinámica (1, 2). 
Existe controversia en relación a si el cambio en la estructura familiar, tras la separación, tiene relación con los resultados psico-emocionales de los niños. Así, no se puede predecir con seguridad si alguna estructura familiar per sé es perjudicial para el desarrollo infantil (1).
La salud física, emocional, y el funcionamiento cognitivo y social de los niños, pareciera estar más fuertemente influenciado por el funcionamiento familiar, que por el cambios en la estructura familiar generados por la separación (1).
Al respecto, algunas observaciones realizadas en familias de padres separados muestran que, cuando éstos disputan sobre temas domésticos (Ej. horas de visitas o apoyo económico), los niños parecieran elaborar el duelo más tranquilamente que cuando lo hacen sobre conflictos personales (Ej. discutir sobre culpas y resentimientos emocionales) (2, 7, 8).  En estas experiencias, la separación produce cambios en la estructura familiar, pero los resultados psico-emocionales que ocurran con los miembros de esta familia dependerán básicamente de cómo funcione esta familia.
La separación de los padres es un proceso, lo que implica que la variación en la estructura de la familia no es en ningún caso el primer cambio que viven los hijos; el ambiente conflictivo al que han estado sometidos previamente suele durar meses o años y en estos casos es el funcionamiento familiar lo que se ha deteriorado (1). 
 
LA VIVENCIA INFANTIL DE LA SEPARACIÓN DE LOS PADRES
La adaptación de los niños ocurre siempre por etapas, fenómeno que no es distinto en el caso de la disolución de la vida conyugal de los padres.  En este período, el proceso de duelo que viven los miembros puede durar cerca de 2-3 años, sin embargo es el momento mismo de la separación el que se identifica como el de mayor vulnerabilidad familiar y distress parental (1, 9).
A cualquier edad una separación pueden manifestarse en un niño con reacciones de rabia, resentimiento y ansiedad; de modo que hay que tener sumo cuidado en interpretar los estudios de observaciones que se han hecho en niños de padres separados. Éstos sólo describen una mayor probabilidad de presentar las reacciones descritas al compararlos con niños de familias biparentales, lo que no significa que todos los niños deban presentar síntomas luego de la separación de sus padres (2, 10).
Hasta el 50% de los niños muestran una respuesta sintomática durante el primer año luego de la separación, las que varían según su edad y nivel de desarrollo (2):
Menores de 3 años: los niños pueden perecer más irritables, mostrar llanto excesivo, alteraciones gastrointestinales o del sueño, e incluso regresión del desarrollo.
Preescolares: se observan conductas externalizadoras (Ej. pataletas), pueden parecer más demandantes ante los adultos, mostrar sentimientos de culpa, miedo al abandono, pesadillas y fantasías (Ej ser capaces de lograr la reconciliación de los padres si se portan bien)
Escolares: cambios en el estado de ánimo, excesiva preocupación, agresividad, pueden aparecer conflictos de lealtades y bajo rendimiento escolar.
Adolescentes: mayores índices de conductas que traducen rabia y agresividad, disminución en el rendimiento escolar, baja autoestima, autonomía prematura asociado a una menor supervisión de los padres. Múltiples trabajos se refieren a diversas conductas de riesgo que pueden adquirir los jóvenes luego de la separación de los padres, sin embargo, la evidencia de estos es poco sólida.
 
RECOMENDACIONES A LOS PADRES (8)
Si bien los primeros 2 años pueden parecer los más difíciles en cuanto a la elaboración del duelo; el 75% de los niños de padres separados se logran adaptar bien al cambio al cabo de este período(1, 2).
Para afrontar una separación y vivirla con el menor daño para sus miembros se sugiere:
Tener presente que es imposible no producir dolor con la separación, pero sí es posible disminuir las consecuencias negativas de éste.
En el primer período recordar que los niños pueden presentar reacciones que son “esperables”. Ante éstas la clave es no desesperarse, acoger y monitorizar que desaparezcan al cabo de un tiempo.
Si las reacciones persisten por mucho tiempo, se agravan o los padres son incapaces de acompañar a sus hijos en este dolor, es necesario pedir ayuda especializada.
Reforzar constantemente a los niños su seguridad y apoyo; explicándoles que la separación es una decisión de ambos padres y que ellos no influyeron en ella; que no serán capaces de modificarla ni menos revertirla.
Mantener el rol de crianza intacto, evitando que lo afectivo sea lo único que caracterice la  relación parental.

Muchos pediatras y médicos familiares son consultados en relación al momento más adecuado para pedir ayuda especializada para estos niños. La respuesta depende de cada familia; pero en general la recomendación es hacerlo en aquellos casos en que los padres perpetúan el conflicto de pareja, si aparecen síntomas específicos en los niños, cuando exista triangulación con los hijos o simplemente cuando los padres se sientan sobrepasados.
REFERENCIAS:
Familiy Pediatrics: Report on the Task Force on the Family. American Academy of Pediatrics. Pediatrics 2003; 11; 1541-1571
Comimittee on Psychosocial Aspects of Child and Familiy Health. Helping Children and Families Deal with divorce and Separation. Pediatrics. 2002. 110; 6: 1019-1024
INE. CENSO 2002, síntesis de resultados. Marzo de 2003
“Los hogares con niños, niñas y adolescentes en Chile: La evolución entre 1990 y 2003” MIDEPLAN División Social Santiago, diciembre de 2005
INE. Anuarios de Estadísticas Vitales y Justicia. Disponible en www.sernam.cl
www.registrocivil.cl/estadisticas
Tanner J. Parental Separation and Divorce: Can We Provide an Ounce of Prevention? Pediatrics. 2002; 110, 1007-1009
Hijos de padres separados: la felicidad a su alcance. Tania Donoso Niemeyer. Guia para padres y educadores. Cuento de Apoyo a los niños. Ediciones Tierra Mia.2003
Troxel W, Matthews K. What Are the Costs of Marital Conflict and Dissolution to Childrens Physical Health? Clinical Child and Family Psychology Review. 2004; 7,1 29-52.
Hetherington E. Divorce and the adjustment of children. Pediatrics in Review. 2006; 26,5: 163-170