Apuntes online
Carolina García Huidobro y Attilio Rigotti:
Ya sea que se le nombre como «estado de flujo», «estar en la zona» o «estado de experiencia óptima», todo apunta a lo mismo: una realidad tan placentera, poderosa y decisiva para el protagonista y para el observador de un deporte, que probablemente quisieran repetirla una y otra vez. ¿Cuál es la anatomía de ese instante que no queremos dejar escapar?
Cada año, en el Día de los Patriotas, Boston acoge a la élite de los atletas de larga distancia para participar en la más antigua y prestigiosa de las maratones del mundo. El lunes 20 de abril de 2009, aquellos que tuvimos la suerte de presenciar ese evento deportivo en directo –en nuestro caso, por televisión– no queremos ni podemos olvidarlo. Se vivía la versión 113 de esa gran competencia, con más de 26 mil corredores.
Gran parte de los habitantes de esa ciudad se volcó a las calles para apoyar y presenciar a estos maratonistas en un despliegue de gracia, fuerza, talento y esfuerzo únicos, de una dimensión que pocas veces se tiene la oportunidad de experimentar. En la competencia femenina y después de 40 kilómetros recorridos, tres atletas ofrecieron un duelo excepcional: dos corredoras africanas –una de ellas, la campeona defensora del año anteriory Kara Goucher, una estadounidense que buscaba romper con la sequía de victorias por casi 15 años de su país en este evento.
Durante esos últimos kilómetros a muerte, las tres se fueron arrebatando incesantemente el primer lugar tratando de marcar la diferencia para alcanzar la victoria. En forma desafiante, Goucher se sacó sus guantes, los lanzó al pavimento y, en medio de los aplausos y gritos del público, aceleró el paso. Sin embargo, las africanas no cedieron y volvieron a la punta durante las últimas cuadras, sobrepasándose mutuamente hasta la meta. Mientras la ganadora, la keniata Salina Kosge, celebraba con el resto de energía remanente después de este esfuerzo límite, la escolta se desplomó en el pavimento apenas cruzó la línea final permaneciendo allí por varios minutos antes de su traslado a un hospital. Y Goucher, que llegó tercera apenas unos segundos después, estalló en llanto en los brazos de su esposo.
Ha sido la llegada más estrecha en toda la historia de la maratón de Boston. Belleza cinética Momentos deportivos como éste o como el inolvidable gol de Maradona en México 86, cuando dejó pasmada a toda la defensa inglesa, o como aquella final épica cuando Nadal derrotó a Federer en Wimbledon 2008, luego de casi cinco horas de lucha extenuante, tienen tal carga dramática, despliegue de gracia, de fuerza física y mental, que dejan una huella perdurablemente conmovedora en el espectador.
Ser testigo o protagonista de un evento deportivo de tal envergadura puede adquirir el carácter de una vivencia tan particular, que algunos teóricos la han elevado a la categoría de «estado de experiencia óptima» o «estado de flujo (flow)» (expresión acuñada por el psicólogo Mihaly Csikszentmihalyi en los años 70). Quien llega a experimentar este estado de flujo, se siente poseído por un alto grado de concentración activa, absorción absoluta de lo que está presenciando o haciendo, superación del ego y llegada a un éxtasis que hace desaparecer los conflictos emocionales y el sentido del tiempo.