Diversos estudios trabajan con la hipótesis de que las neuronas espejo son las encargadas de producir la empatía. Si bien son teorías y no está comprobada esta relación, el Dr. Francisco Aboitiz explicó de dónde surgen estas ideas y por qué podrían ser correctas.
Fecha: 9 de agosto 2019
En 1996 un grupo de investigadores de la Universidad de Parma (Italia), estaba estudiando el cerebro de monos cuando descubrió unas interesantes neuronas. Estas células cerebrales no sólo se activaban cuando el animal ejecutaba ciertos movimientos sino que también cuando veía a otros hacer esos mismos movimientos. Se les llamó neuronas espejo.
En un principio se pensó que se trataba de un sistema de reconocimiento de movimientos manuales. Sin embargo, los múltiples trabajos que se han hecho tras su descubrimiento, han llevado a la hipótesis de que sus implicaciones trascienden y que el sistema espejo podría estar conectado con las acciones, sensaciones y emociones de las personas.
“Todo lo que aprendes viviendo en sociedad es tu cultura, y la cultura se adquiere en gran parte por imitación. Cuando una persona imita es porque seguramente asocia y hace corresponder la conducta de otros con su propia conducta, y en la empatía hay una correspondencia con los sentimientos que expresa el otro. Es decir, el sistema espejo al estar relacionado con la imitación también podría estarlo con la empatía”, explicó el Dr. Francisco Aboitiz del Departamento de Psiquiatría UC.
“Hay personas algo más escépticas a extrapolar esto a situaciones más elevadas como la empatía, pero es una posibilidad que veo por su lógica operacional: existe efectivamente una asociación entre lo que observas de la persona y tu propia persona a nivel del comando motor y sensorial, así mismo podría pasar cuando nos ponemos en el lugar del otro a nivel emocional”, agregó el Dr. Aboitiz.
A pesar de las especulaciones este es un tema con grandes interrogantes, pues no hay suficientes pruebas científicas sustentadas que respalden una relación entre el sistema espejo y la empatía, y además tampoco hay suficiente evidencia de cada uno de estos elementos por separado.