Un estudio del ADN de población de la Isla de Pascua realizado por el académico de Medicina dr. Juan Francisco Miquel, fue una pieza clave en una investigación publicada en la revista Nature que confirmaría el contacto entre población nativa americana y polinésica, hace 8 siglos atrás.
Fuente: Nicole Saffie – Universidad Católica
Fecha: 27 de julio 2020
Hace unos 800 años, mucho antes que Colón descubriera América, ya habría habido un encuentro de dos mundos: el polinésico y el americano. Esto es lo que sugiere un estudio recientemente publicado en la revista Nature, “Native American gene flow into Polynesia predating Easter Island settlement”, liderado por Andrés Moreno-Estrada, investigador del Laboratorio Nacional de Genómica para la Biodiversidad de México, y en el que participó el académico del Departamento de Gastroenterología de la Facultad de Medicina, Juan Francisco Miquel, entre otros investigadores de distintas instituciones y países.
A bordo de canoas, los indígenas habrían cruzado las agitadas aguas del Océano Pacífico. Dos son las tesis que se han planteado. La primera: los polinésicos habrían venido a América del Sur y se habrían llevado a algunos nativos americanos en sus embarcaciones de vuelta a sus tierras. La segunda: los nativos americanos se habrían aventurado a emprender viaje, o bien por accidente fueron arrastrados por corrientes marinas, llegando a islas polinésicas y produciéndose el contacto. Incluso podrían haber habitado algunas islas de la Polinesia noroccidentales, como las Marquesas, previo a la llegada de polinésicos. La segunda opción sería la hipótesis más popular, aunque la primera no se descarta.
De lo que sí hay certeza, es que se produjo un encuentro entre nativos americanos de Colombia o norte de Ecuador, y que luego estos grupos, con una pequeña ancestría amerindia, poblaron islas de más hacia el sureste, hasta alcanzar Rapa Nui o isla de Pascua. Ahora bien, ¿cómo es posible saber esto? Gracias a un estudio de más de una década, que permitió estudiar el ADN de más de 800 personas de distintas islas polinésicas y de la costa pacífica desde México a Chile, creando un mapa de la diversidad genética de esta población.
Un elemento interesante en todo este rompecabezas, es el rol de Rapa Nui o isla de Pascua, la más remota de todas las islas de la Polinesia y la más cercana al continente americano. ¿Habrían llegado hasta ahí los americanos, los polinésicos o una mezcla de ellos?
Para averiguarlo, el genetista Andrés Moreno-Estrada, junto a su esposa, la antropóloga Karla Sandoval, llegaron a la isla en 2013, donde tomaron contacto con su comunidad y aprobaron un estudio que les permitía recolectar algunas muestras de ADN de su población actual. Pero las nuevas generaciones de rapanui ya se han mezclado con muchas otras poblaciones, en particular con europeos y personas de Chile continental, por lo que su ADN es difícil de analizar en cuanto a eventuales ancestrías más remotas (precolombinas).
Sin embargo, desde principios de los 90, que el dr. Juan Francisco Miquel, junto al dr. Flavio Nervi, había realizado estudios genéticos en distintos grupos de poblaciones chilenas para detectar la prevalencia y factores de riesgo de distintas enfermedades prevalentes, especialmente digestivas. Entre ellas, de Rapa Nui.
“Buscábamos identificar factores de riesgo en la población chilena de ciertas enfermedades, por ejemplo los cálculos a la vesícula. Y también queríamos saber si había diferencias con respecto a las poblaciones de origen indígena. En ese sentido, los habitantes de Isla de Pascua, de origen maorí, eran los más distintos al resto de la población continental de Chile”, cuenta el profesor Miquel.
Así partió un proyecto, en colaboración con la Fuerza Aérea de Chile, que permitió realizar un estudio a 2.764 habitantes de Hanga Roa, el punto más poblado de la isla, es decir, el 95% de su población. Luego de aprobado el estudio por representantes de la comunidad y por el comité de ética de la Facultad de Medicina, se encuestaron 446 personas adultas que tuvieran al menos un apellido maorí y de ellas, acudieron a la evaluación 225 personas, a quienes se les realizó una serie de exámenes y evaluaciones de salud, obteniendo también su información genética (ADN). Los resultados fueron publicados en la prestigiosa revista Gastroenterology, en 1998.
“El material genético es muy estable en el tiempo”, explica Miquel, por lo que esa información es muy valiosa en la actualidad, ya que corresponde a una generación con menor mestizaje que la actual. Es precisamente por el valor de esa muestras, que Andrés Moreno-Estrada se contactó con el equipo de la UC para incorporarse al estudio, junto a Mauricio Moraga, antropólogo genetista de la Universidad de Chile y a Ricardo Verdugo, quien lidera el proyecto “ChileGenómico”, e investigadores de otras instituciones y países.
“Con el apoyo del comité de Ética de la Facultad de Medicina, y siguiendo sus recomendaciones, seleccioné 92 muestras para que fueran parte del estudio. El criterio era que fuera un grupo lo más representativo posible, con personas no emparentadas directamente y que tuvieran dos o más apellidos maoríes (entre los apellidos paternos y maternos)”, cuenta el dr. Miquel.
De esta manera, estas muestras contribuyeron a confirmar el contacto entre la población nativa americana y la población polinésica, hace ya 800 años.
Los investigadores fueron capaces de calcular cuándo ocurrió ese contacto con los ancestros americanos, midiendo el tamaño de los fragmentos de ADN de ancestría amerindia. Las extensiones de ADN compartido se hacen más pequeñas con cada generación que pasa. De esta manera, los científicos encontraron fragmentos de ADN de tamaños muy similares de ambos orígenes, calculando que se remontaban a ocho siglos atrás.
La información será dada a conocer de manera formal a la comunidad rapanui, a través de reuniones con sus representantes y los investigadores. Como explica Moreno-Estrada en un artículo de New York Times, “estaban interesados en saber si realmente sus orígenes provenían sólo de las islas polinésicas o también de América”. (Ver artículo completo: «Some Polynesians Carry DNA of Ancient Native Americans, New Study Finds»)
Pero más allá de este hallazgo concreto, este estudio podría abrir nuevos horizontes de investigación en salud. “El grupo de Moreno-Estrada ha sido el único que ha hecho una caracterización del genoma general de diferentes habitantes de la Polinesia (17 islas distintas). Con esta información se podrían responder una serie de preguntas respecto del riesgo genético a desarrollar ciertas enfermedades que pueden afectar a estar poblaciones, como también a identificar variables genéticas que los hacen más saludables y resistentes a enfermedades”, concluye el dr. Miquel.