Esa es la interrogante que se plantearon un grupo de investigadores de un estudio internacional donde el Dr. Nicolás Crossley participa.
Fecha: 30 de julio 2020
El COVID-19 ha implicado un aumento en los factores de riesgo para problemas de salud mental. La imprevisibilidad y la incertidumbre, el encierro y el distanciamiento físico pueden conducir al aislamiento social, la pérdida de ingresos, la soledad, la inactividad, el acceso limitado a los servicios básicos, un mayor acceso al alcohol, y la disminución del apoyo familiar y social, especialmente en personas mayores y vulnerables.
“Los resultados preliminares sugieren efectos adversos para la salud mental en personas previamente sanas y especialmente en personas con trastornos de salud mental preexistentes. A pesar de la heterogeneidad de los sistemas de salud mundiales, se han realizado esfuerzos para adaptar la prestación de atención de salud mental a las demandas del COVID-19”, explica el Dr. Nicolas Crossley, académico del Departamento de Psiquiatría UC y parte del estudio internacional.
Los problemas de salud mental se han abordado a través de la respuesta pública de salud mental y adaptando los servicios en el área, centrándose principalmente en el control de infecciones, modificando el acceso al diagnóstico y el tratamiento, asegurando la continuidad de la atención a los usuarios del servicio de salud mental y prestando atención a los nuevos casos, mala salud y poblaciones con alto riesgo de problemas de salud mental.
“Las adaptaciones sostenibles de los sistemas de prestación de servicios de salud mental deben ser desarrolladas por expertos, médicos y usuarios de servicios, y deben diseñarse específicamente para mitigar las disparidades en la prestación de servicios de salud. La evaluación exhaustiva y continua de los resultados y el uso del servicio en la práctica clínica de la salud mental será crucial para definir qué prácticas deben desarrollarse más y cuáles descontinuarse”, agrega el especialista UC.
Es por esta razón que un grupo internacional de médicos, expertos y usuarios de servicios de salud mental se han unido para reflexionar sobre los desafíos que plantea el COVID-19 en este ámbito. La interconexión del mundo hizo a la sociedad vulnerable a esta infección, pero también proporciona la infraestructura para abordar fallas anteriores del sistema, pudiéndose ver a la pandemia como una oportunidad para mejorar los servicios de salud mental.